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domingo, 26 de abril de 2009

Coincidencias


Cuando en México se dio la noticia del chupacabras, todos los eventos relacionados con este “personaje” distrajeron mucho la atención de cierta crisis por la que estábamos pasando. Las armas nucleares de Hussein nunca aparecieron, pero luego no se dio mucha importancia a la invasión a su país. Los ataques del 9-11, la búsqueda de Bin Laden, las confrontaciones con otros países, el ántrax, las vacas locas, la gripe aviar, los ovnis, etc. tienen todavía ocupadas a muchas personas como para preocuparse por la crisis económica y otras cosas. Preocuparse por los casos de influenza o gripe porcina es importante, se requiere tener cuidado cuando se trata de controlar una posible pandemia pero, ¿sabemos de qué nos estamos distrayendo?

lunes, 20 de abril de 2009

Sueño, pesadilla o una anticipada realidad


Iba yo por la calle cargando una maqueta del largo de mis codos cuando mis brazos están extendidos en cruz. Se notaba que tenía prisa, mi paso era apurado, más bien apresurado (si es que hay alguna diferencia) y el corazón lo sentía acelerado. Iba llegando a la escuela, se supone que a la Normal, pero no tenía el aspecto de la Normal (ya se sabe que en los sueños las cosas no son como en la realidad).

Pero antes de llegar ahí, entré a la casa de al lado (sí, en mi sueño había una casa al lado de la Normal que no parecía la real Normal), entré como Pedro por su casa, puse la maqueta en una mesa y comencé a darme opciones de hacer muñequitos para ella, pensaba en utilizar periódico de base y luego forrarlos con cartoncillo.

Estaba en eso cuando llegó Lidia preguntándome “¿Te ayudo en algo?”, a lo que le respondí “Pues estoy haciendo los monitos, pero ya hiciste bastante porque conseguiste la casa de tu tía (se supone que la tía nos prestó la casa para cuando necesitáramos algo y nos dio las llaves) y Jessy hizo la maqueta, sólo faltan los mugrosos monitos”.

Y ahí estaba yo, tratando de formar los mentados muñequitos cuando veo el reloj (no recuerdo la hora) pero ya era tiempo de ir a la escuela, pues resulta que ya habíamos perdido la primera clase y en la segunda teníamos clase con el profesor N (de a buenas que no soñé con una maestra, porque este semestre sólo tenemos una, no habría pierde) y no podíamos faltar. Salimos casi corriendo y subimos las escaleras (de metal) a toda prisa, afortunadamente llegamos a tiempo y no nos regañaron, pero el maestro estaba preparando un discurso para otro tipo de regaño, cuando estaba iniciando… me desperté.

¿Así o más traumada?

Me encanta soñar, pero más me gusta recordar los sueños.



martes, 14 de abril de 2009

Visita al dentista III


Creo que ya me extendí mucho en este tema, pero sigo impresionada por mi dentista. El martes pasado me quitó dos caries, y el miércoles me repuso dos empastes que se están desmoronando, después su esposa me hará la limpieza. No se me quita el nervio de la anticipación del sonidito del mentado aparatito, pero definitivamente ya no es como antes, después de dos años de mi último tratamiento de caries, me di cuenta que el martes no detuve el trabajo para nada, no sentí molestia alguna, no me quejé de nada y vaya que el doctor me preguntó en varias ocasiones: “¿Cómo vamos? ¿Estamos bien? ¿Molesta?” pero no, todo estaba bien.

El miércoles me quejé un poco, pero fue porque ya me había puesto anestesia en un lado de la boca, porque entre el empaste y la encía se había formado un poco de caries. Como en el otro diente sólo iba a reemplazar el empaste, no me puso anestesia, ya que casi no tocó el diente, así que en dos ocasiones le pedí que parara, lo que hizo inmediatamente diciéndome: “lo sé, lo sé, ya está”. En realidad tengo que agradecerle que no haya puesto anestesia, primero porque no se necesitaba realmente y luego porque me invitaron a comer, lo que no habría podido hacer teniendo ambos lados de la boca anestesiada. Tal vez, sí hubiera podido comer, pero hubiera dado un espectáculo bastante inapropiado al resto de los comensales, si de por sí...

Al terminar la consulta estábamos revisando mi expediente dientístico cuando el doctor se dio cuenta que siempre pido citas entre marzo, abril y mayo, sólo una vez en diciembre…

El día de hoy la Dra. Andrea (su esposa) me hizo la limpieza dental, de acuerdo a su diagnóstico, mis dientes están descalcificados. Sí, por mi afición, y adicción, a los ácidos. No, los dientes no se regeneran, solamente los puedo preparar para el trato rudo con pastas, geles y enjuagues especiales. Me dijo: “sí puedes comerlos (chilitos y demás), pero te tienes que cepillar inmediatamente”. Gracias, por lo general no tengo tiempo de hacer eso, además de que no me convenzo de cepillarme a cada rato, pero bueno, es eso o perder poco a poco mis dientes, eso después de que se pongan cafés, no amarillos, cafés. No, el dejar de comer chilitos no es una opción para mí. Me choca.


sábado, 11 de abril de 2009

Visita al dentista II


Continuando con el tema de la visita al dentista y de mi nerviosismo ante esa clase de enfrentamiento, en la primera visita con el Dr. Alfredo (mi actual dentista) él notó eso de inmediato, se puso a platicar conmigo, a distraerme, me explicó paso a paso lo que iba a hacer o estaba haciendo, me prestó una de esas pelotitas para el estrés que puedes apretar constantemente para que pudiera calmarme un poco.

Como lo que iba a hacer era una endodoncia, me explicó que primero tenía que sacar radiografías, ubicar el lugar de las raíces de la muela, seleccionar la manera más conveniente de proceder, remover parte de la muela con ese endemoniado aparatito ruidoso, extraer el nervio, colocar un poste y luego la corona que tuviera el tono de mis dientes, para lo cual primero tenía que sacar impresiones de mis dientes con una pasta que se ubica tan profundo y se desparrama tanto, que intenta ahogarte en algún punto del procedimiento.

También me dijo que le gustaba estar realmente atendiendo bien a cada paciente que veía, así que agendaba citas cada dos horas como mínimo, para dedicarse a tratar adecuadamente y con calidad a cada uno, sin sentirse presionado por el tiempo o de que lo estuviera esperando el siguiente paciente, que lo llevaría a ser más brusco y menos cuidadoso, provocando dolor e incomodidad en las personas que atendía.

Conforme el doctor iba trabajando me fui calmando, aunque tengo que admitir que en el inicio interrumpí su trabajo en varias ocasiones, pero sólo por la ansiedad, él se detenía, platicaba un poco más, me distraía y volvía a empezar. Su modo de trabajar me fue relajando, además que actuaba con calma y cuidado, me dio la tranquilidad de que si sentía dolor me pondría más anestesia o que esperaría más para que me tranquilizara, me sacaba plática para distraerme después de cierto tiempo y volvía a trabajar.

Cuando se emocionaba con un tema del que estaba hablando, sacaba las manos e instrumentos de mi boca y platicaba tranquilamente, me daba la oportunidad de contestar y también para que yo descansara de estar tanto tiempo con la boca abierta. En las endodoncias llega un punto, cuando ponen el poste, que el área en cuestión debe estar totalmente seca, así que te ponen un aparato, metálico por supuesto, que te abre toda la boca, con un plástico como de globo (pero más resistente) que te cubre completamente (la boca, claro está) y sólo deja al descubierto la muela o el diente con el que se trabaja y así permaneces un buen rato.

Estábamos en esa etapa y para cuando acordé, el doctor casi estaba terminando de poner el poste, entonces me di cuenta de que me estaba quedando dormida… ¡YO me estaba quedando DORMIDA en el consultorio del DENTISTA, mientras me hacía una ENDODONCIA! Comencé a preocuparme “¿Estaré perdiendo el miedo? ¿Me habrá dado algo extra el doctor en la anestesia? ¿Cómo es que me estoy quedando dormida? ¿Será la plática del doctor? ¿Mi nivel de estrés llegó tan alto que ya no lo siento?”

Empecé a percatarme de la forma de trabajar del doctor, lo hacía diligentemente pero sin prisa, con cuidado, apoyándose en la mandíbula pero sin recargarse, preguntando constantemente: “¿Vamos bien?” al principio yo intentaba contestarle hablando (sí, sólo emitía sonidos imposibles de entender), así que me dijo que con la mano le hiciera saber sí o no, hasta que me cansé, me distraje o no sé qué, pero dejé de contestar y él dejó de preguntar, se limitó a contarme algunas cosas de su vida, su esposa (que trabaja en el consultorio de al lado), sus hijos, la escuela de sus hijos, artículos de la revista Selecciones, Muy interesante, etc.

Cuando terminó de trabajar, me preguntó si me había quedado dormida (es un procedimiento algo largo) y le contesté que casi me quedo dormida, él sólo sonrió y mencionó que algunos pacientes incluso llegan a roncar. Si me lo hubiera dicho hora y media antes claro que no le hubiera creído. Aún con la boca dormida, le agradecí la consulta, le pregunté si tenía indicaciones especiales (los anteriores siempre me mandaban con una serie de instrucciones que parecía instalaciones de un aparato electrónico) y lo único que me dijo fue: “Arrachera, cabrito y machacado, puedes comer lo que quieras desde ahora”, casi lo abrazo.

Claro que desde entonces él es mi dentista, y de mi familia, aunque suene a comercial, sólo espero que siga ejerciendo hasta que ya no me queden dientes que arreglar, porque no sé dónde pueda encontrar un dentista como él. En esa primera cita era sólo para la endodoncia (¿quería más?), pero descubrió unas cuantas caries escondidas que me tuvieron un buen número de citas seguidas en su consultorio ya que, como lo mencioné, no puedo dejar de comer golosinas, pero especialmente porque cuando las como, generalmente no tengo oportunidad de lavarme los dientes inmediatamente para que el ácido no maltrate el esmalte.


jueves, 9 de abril de 2009

Visita al dentista I


Uno de los peores días que puede existir es en el que te toca cita con el dentista. Desde que tengo memoria, para mí, los dentistas son un mal necesario, pero mi dentista actual, que lo es desde hace 10 años exactamente, se ha encargado de irme quitando esa idea… sí, los traumas profundos y que provienen desde la infancia son difíciles de tratar.

A mi dentista lo conocí por recomendación de una amiga. Ya había tenido experiencias con cerca de 6 dentistas en mi vida, y todo gracias a mi afecto desmedido, por no decir adicción, a dulces, tamarindos, chilitos, limón en casi todas mis comidas, salsas, etc., no se nota ¿verdad? Supongo que no está de más decir que las primeras visitas fueron las peores y más impactantes.

Los trabajos que estos y estas dentistas hacían iban desde extracciones, que me dejaban adolorida durante dos días por lo menos, empastes (ahora resinas) con los que sólo podía comer cosas prácticamente líquidas por un tiempo y, lo más doloroso e incómodo: endodoncias. Para cuando llegué con mi dentista, estaba tan traumada que el sólo imaginarme el escuchar la dichosa maquinita para caries me ponía muy nerviosa, de hecho, el pensar en un dentista me ponía ansiosa.

En todas las ocasiones terminaba indudablemente con dolores muy feos, con sensación de hormigueo durante horas y cansancio general debido al estrés y la tensión que provoca estar recostada con la boca abierta sólo esperando no saltar hasta el techo al sentir los dolores o calambres provocados por los instrumentos metálicos, y sin mencionar, claro está, las inyecciones de anestesia, jalones y dolores durante las intervenciones.