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jueves, 23 de julio de 2009

Calle Melancolía


Como quien viaja a lomos de una yegua sombría,
por la ciudad camino, no preguntéis adónde.
Busco acaso un encuentro que me ilumine el día,
y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden.
Las chimeneas vierten su vómito de humo
a un cielo cada vez más lejano y más alto.

Por las paredes ocres se desparrama el zumo
de una fruta de sangre crecida en el asfalto.
Ya el campo estará verde, debe ser Primavera,
cruza por mi mirada un tren interminable,
el barrio donde habito no es ninguna pradera,
desolado paisaje de antenas y de cables.

Vivo en el númeor siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.

Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido,
que viene de la noche y va a ninguna parte,
así mis pies descienden la cuesta del olvido,
fatigados de tanto andar sin encontrarte.

Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama;
me enfado con las sombras que pueblan los pasillos
y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.

Trepo por tu recuerdo como una enredadera
que no encuentra ventanas donde agarrarse, soy
esa absurda epidemia que sufren las aceras,
si quieres encontrarme, ya sabes dónde estoy.

Vivo en el númeor siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.



Joaquín Sabina




Ideas


Formas de expresarse, maneras de presentar las ideas, modo de querer dejar huella en la memoria, aunque sea en la propia.

Si decimos las cosas en voz alta es más fácil que nos acordemos de aquello que dijimos. Y si las escribimos, hay todavía más posibilidad de que no las olvidemos.


viernes, 10 de julio de 2009

Dejarse ser


Por fin la dejó ir, lo había logrado. La lágrima que no había dejado salir y que se la pasaba amenazando con escaparse. Cuántas veces pensó que estaba a punto de perderla, pero alcanzaba a retenerla, la escondía, la camuflajeaba.

Había intentado de todo para evitar derramarla, no quería demostrar debilidad. Lo vulnerable que se sentía ante este estado de ánimo era algo que no aceptaba, pero sobre todo, se resistía frente a la posibilidad de exponerse ante los demás.

Mostrarse tal cual era no estaba en sus planes, no podía recordar desde cuando no había demostrado sus sentimientos, especialmente los negativos, tampoco compartía sus ideales, sueños y esperanzas.

Era la seguridad, falsa seguridad, lo que provocaba esta actitud, pues sólo podía replegarse hacia sí. Cuando las emociones amenazaban con dominar la situación, buscaba volver a tener el control, a esconder aquel dolor que no se permitía sentir.

Pero había llegado el momento de ser diferente. Se cansó de ocultar sus emociones, de esconderse de los demás y de sí. Era tiempo de evolucionar, de mostrarse tal cual era.


viernes, 3 de julio de 2009

El mundo del revés


Lo primero que vi a través de mi ventana fue el incipiente pasto que crecía en el jardín, pero tenía algo raro, se veía diferente, -¿qué es?, ¿qué es?- me preguntaba.

Yo seguía metida en cama, acurrucada bajo la sábana. En realidad, estaba hecha un ovillo y tenía esa extraña sensación en la boca del estómago, era como un vacío, como cuando estas cayendo, entonces fue que me di cuenta.

Cerré los ojos, me estaba mareando. No, no seguía dormida, simplemente permanecía sobre la cama… bueno, en realidad la cama era la que estaba arriba de mí, porque todo se encontraba de cabeza, viendo mi cuarto desde el techo, pensé “tanto dije que el mundo estaba al revés, que terminó por cumplirse”.