Era plena tarde de un día brillante y soleado, estuvo corriendo un viento que parecía tener mucha prisa por llegar a una cita en alguna parte muy lejana.
Con el calor algo fuerte, se antojaba estar a resguardo de alguna sombra, de preferencia climatizada, aunque también sonaba bien permanecer bajo el abrigo de un frondoso árbol, sintiendo sobre el rostro el roce cálido del viento.
Fue uno de esos días en que quisiera poder permanecer todo el tiempo posible al aire libre. Desafortunadamente no fue posible, por razones escolares y familiares sólo pude salir de la casa a la camioneta y de ahí a encerrarme otra vez.
Aunque, al final, tuve la oportunidad de disfrutar de una corta, relajante y grata caminata nocturna, acompañada sólo de música adecuada al estado de ánimo.
Ya no hacía calor, ahora era el suave viento fresco el que se paseaba libremente por entre las figuras nocturnas. Alborotaba las nacientes hojas de los árboles, revolvía el cabello, silbaba suavemente, algo para disfrutar.
Lástima que duró muy poco. Sólo espero tener pronto otra oportunidad de poder disfrutar de algo así nuevamente, sin prisas ni preocupaciones, saboreando cada impulso del viento y de la voluntad. La primavera es para gozarla, sola o acompañada.